El curso observado se trata de un segundo año mixto, compuesto por alumnos argentinos de entre catorce y quince años, con un total de 12 jóvenes. Podemos establecer como una generalidad, que en segundo año los alumnos tienen entre catorce y quince años, y no solo ya saben leer y escribir en su propio idioma, sino que además han desarrollado otras habilidades académicas y sociales.
La adolescencia es un periodo marcado por la transición entre la niñez y la adultez, por lo que estos jóvenes desarrollan un gran sentido de la responsabilidad y tratan de buscar un lugar intelectual y afectivo dentro de la comunidad adulta. Esta madurez cognitiva requiere la ampliación del círculo social para tener acceso a diferentes experiencias. Es por esta razón que el sentido social está agudizado: son cooperativos y disfrutan el trabajo grupal, pero también suelen ser muy consientes sobre sus pares y las opiniones que estos puedan tener sobre ellos: la presión del grupo surge como un factor determinante en muchas elecciones y actitudes. Existe una intensa preocupación por lo personal, ya que la motivación suele basarse en su deseo por ser aceptados socialmente: consideran que son constantemente observados y juzgados por otros en su apariencia y actitud (audiencia imaginaria).
Dado que estos jóvenes transitan la adolescencia, hay muchos cambios físicos y actitudinales que pueden observarse en esta etapa. Entre ellos es característica la falta de equilibro en el juicio o criterio en sus acciones, no solo porque el desarrollo moral está conectado al cognitivo, pero también porque los cambios físicos aún no permiten un completo desempeño. Muchos de estos cambios pasan desapercibidos, y sobre todo a nivel cerebral son los responsables de la tendencia impulsiva de los adolescentes.
Finalmente, otro aspecto que caracteriza la conducta adolescente son los patrones de sueño. No solo la somnolencia, frecuentemente observada en las aulas a toda hora, así como las horas dedicadas al descanso y la dificultad de salir de la cama, son actitudes relacionadas con estos reajustes biológicos mencionados más arriba.
La adolescencia es un periodo marcado por la transición entre la niñez y la adultez, por lo que estos jóvenes desarrollan un gran sentido de la responsabilidad y tratan de buscar un lugar intelectual y afectivo dentro de la comunidad adulta. Esta madurez cognitiva requiere la ampliación del círculo social para tener acceso a diferentes experiencias. Es por esta razón que el sentido social está agudizado: son cooperativos y disfrutan el trabajo grupal, pero también suelen ser muy consientes sobre sus pares y las opiniones que estos puedan tener sobre ellos: la presión del grupo surge como un factor determinante en muchas elecciones y actitudes. Existe una intensa preocupación por lo personal, ya que la motivación suele basarse en su deseo por ser aceptados socialmente: consideran que son constantemente observados y juzgados por otros en su apariencia y actitud (audiencia imaginaria).
Dado que estos jóvenes transitan la adolescencia, hay muchos cambios físicos y actitudinales que pueden observarse en esta etapa. Entre ellos es característica la falta de equilibro en el juicio o criterio en sus acciones, no solo porque el desarrollo moral está conectado al cognitivo, pero también porque los cambios físicos aún no permiten un completo desempeño. Muchos de estos cambios pasan desapercibidos, y sobre todo a nivel cerebral son los responsables de la tendencia impulsiva de los adolescentes.
Finalmente, otro aspecto que caracteriza la conducta adolescente son los patrones de sueño. No solo la somnolencia, frecuentemente observada en las aulas a toda hora, así como las horas dedicadas al descanso y la dificultad de salir de la cama, son actitudes relacionadas con estos reajustes biológicos mencionados más arriba.
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